Pesadilla
He vuelto de mis largas vacaciones en el Centro de Reposo de la Comunidad Valenciana....
¡ He vuelto !
Ah, qué tranquilidad, qué paz.... arrastro mi siempre demasiado grande y pesada maleta con satisfacción al aproximarme a mi casa (nunca aprendí de Antonio Machado a viajar ligero de equipaje como los hijos de la mar, antes al contrario), la silueta familiar del edificio que me ha alojado más del noventa por ciento de mis años de vida se me presenta ante los ojos, sonrío, todo va bien.
¿ O no ?
Me aproximo al portal, y, ¿cómo no?, se abalanza sobre mí mi vecina Angelita. Era de esperar, al fin y al cabo, es lo usual, nada fuera del guión. Si bien hoy la veo especialmente ansiosa. Que se hunde España, lo sé, pero ¿ aún no se ha acostumbrado ? Angelita, mujer, piense en el Titanic, y diga a la banda que siga tocando. Baile, que tamaño buque requiere aún un pedazo para su total hundimiento.
Pero no, pasa algo más.... Su modo de agarrarme en la distancia corta por el antebrazo con que sostengo mi pesada bolsa es más imperioso de lo usual. El temblor de sus cansados ojos azules, escondidos entre arrugas de mil situaciones vividas, se acompaña también del de una lágrima de preocupación que asoma a sus bordes. No verbaliza sus temores, apenas si balbucea.... Se intuye que fija su mirada tras los párpados plegados y el par de inminentes lagrimones en mi rostro, implorando quedamente que haga algo , no sé qué.
De pronto veo que Angelita no está sola. Me rodea un sinfín de personajes como no se había visto desde acontecimientos semipúblicos que ya tenía casi olvidados. Mi propia garganta tampoco responde cuando estupefacto trato de introducirme en el edificio y según voy a duras penas caminando por las primeras zonas comunes los vecinos me rodean en una nube. El albañil jubilado, el ex-minero enfermo, el agente secreto quién sabe para quién (por algo nadie sabe su nombre pero todos lo conocen por "el secreta")...
El director de la Caja de Ahorros más cercana, con su más elegante traje mostaza y su corbata a juego me tiende una pluma para que firme múltiples papeles. El administrador de la finca, a quien no dejan acercarse, grita mi nombre a tres filas de poder tocarme ( a estas alturas, ya no sé cuáles de las muchas manos que sacuden mis antebrazos son de Angelita, cuáles de otros vecinos , y cuáles de los profesionales varios que se agolpan). Un enorme goterón de agua helada me cae sobre la coronilla sobresaltándome aún más. Un señor en ropa de trabajo demanda, con un marcado acento rioplatense, que le firme un cheque por su labor, mientras el administrador y el banquero se aprestan a recordarle que primero debo legitimar mi firma ante ellos.
Hay uniformes de distintos colores de tres empresas de multiservicios, representantes de dos compañías de seguros, dos abogados , un arquitecto, y un agente judicial. El representante de una conocida empresa alemana de ascensores trata también de llamar mi atención, exhibiendo un abultado presupuesto y amenazando con que la Consejería de Industria no sé qué nos va a hacer muy pronto si no lo aceptamos.
Mi paciencia se agrieta, se desmorona, hasta que consigo llegar a mi tercer piso y gritar en medio del enjambre: ¡¡¡ BASTA !!! Se producen un lapsus de silencio repentino que me permite abrir la doble cerradura de mi vivienda antes de que los sorprendidos insectos del enjambre vuelvan a menear mi antebrazo e imposibilitármelo.
Respiro hondo e invito a mis acosadores a que vayan pasando a mi salón de tres en tres, organizadamente, y haciéndome entender despacito qué quiere cada uno. El cajero reconoce mi firma, el albañil de La Plata recibe su ídem, los de las empresas de multiservicios abren sus enormes maletones y se ponen a picar en diferentes lugares del inmueble, a la búsqueda del origen del goterón traidor que heló mi espalda. El enésimo señor con una acreditación colgante de una compañía de seguros llega a mí cuando el cansancio ya no me permite ir por orden, y le insto, sin preguntar, a que proceda sin más dilación a perforar la pared o el suelo que más guste, que tiene todas mis bendiciones y beneplácitos. Azorado, el pobre, me confiesa que el sólo pretendía VENDERME un seguro, pero que como ve que ya tengo muchos ya se iba. Me deshago en disculpas, si hubiera llegado veinte o treinta turnos antes hubiera tenido la suficiente presencia de ánimo para darme cuenta de que llevaba corbata y no maletón... Menos mal, porque me faltó poco para ponerle un cortafríos en la mano para mediar palabra.
Sueño entonces, en mi pesadilla, que me despierta mi perro, azuzándome: Sergio, Sergio, date prisa... En realidad no es un perro. En realidad no tengo perro. En realidad es un conejo con un reloj en la mano acompañado de Alicia en el País de los Sueños Rotos....
El conejo insiste: Sergio, Sergio, date prisa.... está en la puerta la vecina, quiere decirte no sé qué relacionado con la Comunidad...
De modo que era eso. Y pensar que hasta hace poco "Aquí no hay quien viva" me hacía cierta gracia. Angelita, Angelita.... Por favor, ¿cuándo dice usted que se acaba el mundo ? ¿ Tan tarde ? ¿ Y no puede pedirle a Zapatero que se dé más prisa ?
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