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Titiritero de palabras

Este machismo que matamos

Este machismo que matamos

Este año no he participado en ninguna iniciativa del día internacional contra la violencia de género. No he asistido a manifestaciones, no he portado pancartas, no he puesto ningún lacito de ningún color, ni he reenviado las convocatorias a ninguno de los actos de los que me ha llegado información.

 

Tienen una utilidad de concienciación, es innegable, pero , lamentablemente, me temo, y los números y la persistencia obstinada del fenómeno año tras año, década tras década, en un país y en otro, sugieren que hay algo más fuerte actuando en sentido contrario.

 

¿  Qué será, qué será?

 

Los asesinos machistas, los autores de palizas brutales, o creadores de infiernos psicológicos y emocionales, no surgen de la nada. No los trae ningún platillo volante y son depositados por hombrecitos verdes ni en Ujo ni en Copenhague. Son hombres que viven en esta nuestra sociedad en la que nos conformamos todos los unos  a los otros.

 

Cuando al chiste machista en el chigre se ríe todo el mundo le guste o no, estamos configurando la sociedad. Naturalmente, nos da miedo ser apartado como el rompecojones aguafiestas que no quiere comprender que un chiste es un chiste. Y es posible que ocurra. Pero será un aislamiento muy leve comparado con el infierno que sufren de soledad, desvalimiento, las víctimas del clima que tacita a tacita construimos todos los días.

 

Cuando una madre, tras la comida, deja que sus hijos varones se vayan a jugar, y hace a sus hijas mujeres quedarse a fregar los platos, traslada un mensaje.

 

Cuando otra madre con tres hijos varones, antes que ninguno tenga aún su primera pareja, ya está anticipándoles que todo lo malo que les vaya a pasar en la vida se lo van a causar las mujeres, que son unas zorras, siembra una idea.

 

Cuando una cargo público adecuadamente remunerada desatiendes sus funciones porque tiene que marchar corriendo que llega su marido a casa y tiene que tenerle la comida hecha, y le expira el plazo para dictar una resolución que, transcurrido, cuesta  a la administración (que se nutre de nuestros impuestos) miles de euros al cotidiano repetido "recuérdamelo mañana" hasta que mañana ya tenía que ser ayer y no decimos nada (de nuevo, miedo a las consecuencias para mí, para nosotros; ignorancia negligente de las consecuencias para las víctimas de las que somos cómplices del sufrimiento infinitamente mayor que les tocará), pegamos, encerramos , matamos mujeres. No con nuestras manos. Con lo que debería diferenciarnos de otros primates; el cerebro.

 

Creo que tendré que intentar hacer algo para no manifestarme uno de estos 366 días de 2016, y matar mujeres los otros 365.

 

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