Dios mío, ¡ están bajando los precios !
Estamos en una situación económica y financiera francamente inusual.
Francamente inusual, no cabe duda.
Recuerdo ahora mi infancia, "Jimmy" Carter era presidente de Estados Unidos, la inflación en España estaba en niveles de dos dígitos, del orden del 20%, y el precio del petróleo subía y subía. La inflación y el precio del petróleo eran las grandes preocupaciones y noticias cada día.
En las últimas semanas, la bajada del precio del petróleo se ha convertido en una gran preocupación, y todas las bolsas del mundo se desplomaban los primeros dias de esta semana (acabo de enterarme que tras la rueda de prensa de hoy de Mario Draghi los mercados han dado un vuelco, parece ser que por el anuncio de nuevas medidas de estímulo del BCE para marzo: veremos cuánto dura).
En una eurozona con la inflación en niveles significativamente superiores al 2%, imagino que la bajada de precios del petróleo en países como los de Europa Occidental continental que dependemos energéticamente del exterior en muy gran medida, algunos prácticamente del todo en cuanto a combustibles fósiles se refiere, hubiera sido vista con alivio en muchos aspectos.
Con la inflación rozando el 0% y un nada desdeñable riesgo de deflación ( ¡ si es que no hemos pasado ya un punto de no-retorno que nos conduzca de modo casi inexorable hacia ella !) las cosas se ven muy diferentes.
Recuerdo también una conferencia en Oviedo de un entonces Secretario de Estado de Energía, cuyo nombre omitiré, pero créaseme que una persona con profundo conocimiento de lo que estaba hablando, y décadas a sus espaldas de experiencia profesional en aquello sobre lo que hablaba. La conferencia estaba dirigida a estudiantes universitarios y todos los asistentes estudiábamos matemáticas, física o ingeniería. El conferenciante hablaba preocupado por los efectos medioambientales y por los perjuicios de los efectos en la balanza de pagos española de un elevado consumo de combustibles fósiles comprados al extranjero; y dijo algo que recuerdo muy bien: "se ha intentado ya de todo en España para moderar el consumo energético del público, y una y otra vez la evidencia nos demuestra que el único mensaje al que responden los consumidores de energía es EL PRECIO", y siguió su argumentación defendiendo que si queríamos contener el consumo energético había que actuar al alza sobre los precios, a lo que la audiencia respondió de modo inmediato con un aplauso espontáneo . No quiero pensar cuál hubiese sido la respuesta de un público representativo de la población general ante un (en aquel momento) político hablando de actuar al alza sobre un precio.
El caso es que hoy vemos:
- que el bajo precio del petróleo está causando cientos de miles de empleos perdidos en Europa y Norteamérica;
- que , a pesar de que, para el consumidor, una bajada de los precios del petróleo tiene como efecto principal algo absolutamente análogo a lo que produciría una bajada de impuestos (en particular un aumento de la renta disponible), no se observan efectos sobre el consumo. El único parece ser un aumento nada desdeñable en la cantidad de millones de kilómetros recorridos en coche, desde que pagábamos el combustible un 50% más caro de lo que lo pagamos hoy hace sólo medio año.
En esas circunstancias, no puedo evitar que me venga a la cabeza una idea de la que espero que mi ignorancia en economía me sea compensada por correciones y contraargumentos en los comentarios: en Estados Unidos sé que no puedo contar con ello ni en mis más húmedos sueños, pero donde sí es posible, se me ocurre poner un impuesto a los combustibles fósiles para automóviles de una cuantía fija por litro, adicional a los impuestos ya existentes ( del orden de 20 céntimos por litro, que es sólo la mitad de lo que ha bajado el precio parece razonable).
Los efectos buscados serían:
- compensar parcialmente la caída en la recaudación fiscal
- evitar el desincentivo a la compra de vehículos más eficientes energéticamente, a su fabricación y venta, a la inversión en sistemas de aprovisionamiento de energía menos contaminantes y a la investigación en ellos
- dedicar la reducción en el impacto sobre las cuentas públicas a reducir el deterioro de la sanidad y la educación pública en Europa (particularmente en los países endeudados del Sur), en el empleo en esos sectores, y en formación ocupacional para recolocar a trabajadores desempleados cuyo mejorable nivel de formación dificulta su reinserción profesional y a trabajadores con empleo cuya productividad puede aumentarse en un mundo donde la sociedad del conocimiento da algunos de los mayores valores añadidos a la mejora de las cualificaciones profesionales.
- contribuir a reducir, y no aumentar, las emisiones de CO2 mundiales, y sus efectos sobre el cambio climático, los ecosistemas, y el hombre.
Sí, lo sé. Es anatema hablar de impuestos en España. El españolito quiere impuestos cero, sanidad pública universal gratis y sin listas de espera, y pleno empleo. Si hablas de fiscalidad en el chigre obtienes como respuesta casi a coro que "no voy a pagar impuestos para que los políticos se vayan de putas con el dinero que me roban".
Yo sigo pensando que en este país hay millones de ciudadanos serios, serenos y con la profundidad intelectual suficiente para analizar pros y contras, mirar las cifras y la evidencia científica, y entre ellos muchos partidarios de lo que fue en su mejor momento el Modelo Social Europeo (mi objetivo , lo confieso, es igualar a los trabajadores del mundo con ese Modelo como referencia universal, en lugar de dejar que el neoliberalismo nos iguale a todos por abajo
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