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Titiritero de palabras

De cómo la vida imita al tenis (o al fútbol)

De cómo la vida imita al tenis (o al fútbol)

Tantas veces, y yo el primero, maldecimos lo que nos hace la vida, odiamos aceptar la realidad porque nos resulta injusta ( y no voy a entrar al qualcosismo fácil de decir que nunca es así, que los factores externos no tienen poder alguno sobre nosotros y que si lo tienen es porque se lo damos.... no es que rechace, ni que acepte, el estoicismo o el cognitivismo, aunque tenga bastante clara mi opinión al respecto seré agnóstico a tal efecto).....

 

Sea o no sea injusta la vida con nosotros, estemos en una suerte de Edén (que de existir nunca dura mucho) o sean nuestras circunstancias un infierno dantesco mi reflexión hoy es: ¿qué hacemos con nuestra VIDA?

 

Y una de mis mejores amigas, de esas que hay pocas, me ha hecho hoy plantearme una respuesta, o, quizás , mil preguntas, que son el paso previo siempre a la respuesta de cada quién y cada cuál. Me ha hecho recordar a los tenistas que me APASIONAN.

 

Ciertamente, para ser bueno en tenis, sea para número 1 del ránking mundial profesional, o para divertirse con los amigos un sábado, hay muchas cosas que afectan: hay que tener una genética razonablemente propicia, muchas horas de entrenamiento y constancia hacen años-luz de diferencia con no entrenar jamás, un profesor particular puede enseñar muchísimo y corregir más....

 

Pero a mí el verdadero entusiasmo no me lo causa el jugador de genética ideal para lo suyo, músculos de acero, nervios de ese mismo material, punto de mira milimétricamente ajustado, servicio potente y resto que quita el hipo. A mí me hace abrir los ojos como platos y rozar el orgasmo mental el jugador que se tira al suelo en el fondo de la pista en una esquina para devolver el golpe que los otros consideran inalcanzable y punto perdido, una bola a la que no pueden llegar, y que, aun si llegaran, la podrían devolver quedando tendidos en el suelo y desde el otro lado de la pista, el adversario o el amigo sólo tendrían, total, que darle un toquecito trivial aprovechando que se han quedado en el suelo para ganar el punto de todas formas.

 

Si pierden el punto, porque lo han luchado, pero la maravilla de las maravillas es que a veces ese punto perdido, imposible, inalcanzable el tío va y lo gana con un golpe increíble mientras se tira cuerpo a tierra.

 

Y en cualquier circunstancia y ocasión, esa es la actitud que deberíamos adoptar ante la vida. HOY, AHORA, PARA ESTE PUNTO, porque no hay otro. El anterior ya ha sido jugado y el próximo se jugará si cuadra. La bola en juego es la que ahora vuela, y ese es EL PUNTO, esa es LA VIDA. Los autores de los Evangelios, fueran quienes fueran, con el propósito que fuera, sean relatos históricos o catequéticos escriben de un Jesús que, sin ser un místico oriental del Himalaya, pedía por nuestro pan de cada día. No lloraba por el pan que no tuvo ayer, ni se regocijaba si sí lo tuvo, no se preocupaba por el de mañana. Pedía como gran regalo EL DE HOY. Porque cada día es un match ball, cada hora un set ball y cada segundo un punto por el juego.

 

Me gusta el centrocampista del equipo multimillonario, siempre líder de liga, al que en un mal día el colista le está metiendo 0-3 en casa, y mientras sus compañeros tienen los brazos y la cara gachos y las medias caídas, eleva las manos en gesto de  : "Vamos" y "se echa el equipo a la espalda". Que se olvida de que es el futbolista de mayor calidad tiene en el mundo en esa época y se pone a correr kilómetros, dando ejemplo a otros diez que terminan ganando por 4-3. O no.

 

Pero apretamos los dientes, eso sí, sin que nos crispe el gesto, porque la contradicción de los dientes prietos y la alegría en la cara es un imposible posible, aceptamos que LA VIDA QUE MERECE LA PENA no es el camino fácil de rendirse y evitar las dificultades, el esfuerzo, la pena, y el dolor de un camino pedregoso en el que nos meteremos una hostia con una piedra más de una vez fijo. Pero si no tememos a esos golpes y recordamos que son parte de un camino hermoso que sin ellos nos perderíamos y que VALE LA PENA renunciamos A VIVIR. Basta ya de ser vegetales tristes y resignados. Los helechos los pisan las vacas y se llenan de garrapatas. Seamos el árbol que crece entre árboles más grandes sin acojonarse y no muramos asfixiados por falta de luz para nuestra fotosíntesis. El cielo está ahí entre las hojas de los vecinos; fíjate.

 

El cuerdo Sancho, aunque no salga en El Quijote, un día alcanzó la locura y supo que lo que había creído molinos eran gigantes, y se dio cuenta que  a la justicia en el mundo le faltaban caballeros andantes. No eran historia pasada en el siglo XVII. Los necesitamos en el XXI. Para que no sigan gobernando nuestras vidas las eléctricas.

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