Economía de primero
Como bien escribió Paul Samuelson, cualquiera puede convertir a un loro en economista. Sólo hace falta enseñarle dos palabras: "oferta" y "demanda".
Me parece absolutamente acertado con tal de no caer en alguna trampa implícita.
Consideremos a los productores de tomates y veamos por qué puede pasar que se tengan que guardar sus tomates donde puedan. Si ofrecen los tomates a 2 euros el kilo, y un 30% de sus miles de toneladas de tomates no se venden, seguramente será porque los tomateros son muy tozudos y no quieren poner el precio de los tomates al valor que el mercado les da. Póngalos ustedes a 1 céntimo el kilo y se los quitarán de las manos. De hecho mucha gente querrá comprar varios kilos de tomates a céntimo y no habrá para todos. Si las "rigideces" en el precio de los tomates desaparecen, pronto se hallará el precio al que todo el mundo que quiera vender tomates los logrará vender, todo el mundo que quiera comprar tomates los podrá comprar.
Así que si en un país con 30 millones de personas que quieren trabajar hay 6 millones de parados, el problema es obvio. Hay "rigideces" en el precio del kilo de trabajador. Si a mí, con lo que me aburre lavar el coche, me dicen que por un céntimo de euro la hora de trabajo un tío me lo lava, contrato cinco y el tiempo que iba a lavar el coche me voy a dar un agradable paseo. Como 0,01 la hora de trabajo es demasiado barato y demasiada gente no podría contratar tantos trabajadores como querría, dejémoslo en que un trabajador no cualificado en vez de 600 euros al mes cobraría 400. Quizás 500. O un médico de los mejorcitos 2000 en vez de 3000. Lo que sea. Eliminando "rigideces" (vía reformas laborales, supresión de convenios o posibilidad de que si expiran la parte empresarial pueda modificarlos a su ventaja, etcétera) pronto cada trabajador cotizará a su justo precio y todos los que quieren trabajar trabajarán y todos los que quieren contratar trabajadores los hallarán.
Con los tomates esencialmente funciona. Ahora bien, los trabajadores presentan un pequeño problemilla. Con sus salarios es con lo que compran los tomates, pagan por que les laven el coche y remuneran a sus médicos. El propio "producto" y sus compradores son lo mismo, o se solapan bastante.
Es cierto que si una sola frutería tiene trabajadores a céntimo la hora, tendrá más beneficios, crecerá, ampliará negocio, contratará más trabajadores y círculo virtuoso ( a costa de las otras fruterías, que cerrarán). O si todas las fruterías tienen dependientes baratos, mientras que las zapaterías, y el resto de negocios mantienen el nivel salarial, las fruterías prosperarán más y crearán más empleo. Ahora bien, si todas las fruterías, todas las zapaterías, y todos los productores de todos los bienes y servicios pagan salarios bajos a sus trabajadores, el frutero no podrá apenas comprar zapatos, ni el zapatero fruta. El aparentemente aplastante argumento de la oferta, la demanda y el precio no funciona igual de directa y simplemente como los tomates. Cachissss.
Por otro lado, el déficit público es malo, la deuda pública es mala. No se debe gastar más de lo que se tiene. Etcétera etcétera.
Bueno, igual es un poco más complejo. Si a mí me prestan dinero al 5% anual de interés y hay una inversión que me da el 7% puedo hacer eso toda la vida y ganar muy buen dinero permanentemente. Si un Estado puede financiarse al 5%, y eso le supone la diferencia entre estar en una recesión que le hace perder el 1,5% anual de su PIB, o un crecimiento del 0,5%, además de poder emplear a miles de médicos y profesores, disminuir su paro, ahorrar en gasto de prestaciones por desempleo a esa gente que en lugar de estar parada estará trabajando, tener un pueblo sano, y unos críos y adolescentes más formados que serán más productivos para sí y para la sociedad el día de mañana, hechas las cuentas quizás el déficit público, incluso permanente, sale a cuenta y como sociedad se sale ganando.
Pero, ammesso e non concesso que el déficit público permanente pueda ser indeseable, lo mínimo que cualquiera que no esté enajenado por una obtusa idea (¡un sabio dijo que no hay nada más peligroso que una idea en la cabeza de un político si esa es la única idea que tiene!) teñida de intransigencia y una tozuda carga ideológica es que, al menos, el equilibrio presupuestario tiene que buscarse a lo largo de los ciclos económicos, no todos los años, todos los meses, todos los días . En mitad de una recesión, la inversión privada es, como mínimo, volátil. Endeudarse durante la recesión para no agudizarla, salir antes de ella, y crecer después más y durante más tiempo, amortizando deuda durante las fases expansivas es la única cosa sensata que puede hacer un país.
Son meras ideas teóricas, sí, que parecen razonables, pero habrá quien llame al Sergio que siempre en estos casos dice: parece lo esperable, sí, pero sólo la comprobación empírica demostrará si es cierto.
Bueno. Con otras variables en juego (dejamos el patrón oro , los tipos de cambio y las balanzas de pago para economía de segundo, centrándonos en lo esencial), hay evidencia aplastante de que en la crisis de 1929 cada vez que se dieron pasos adelante en gasto público se mejoró la situación, y cada vez que el gobierno de turno volvía a las políticas "ortodoxas" la recesión reaparecía o se agravaba.
No sólo eso. El gasto público, en particular en políticas sociales, marcó claramente el cambio entre la Inglaterra victoriana, del siglo XIX , la de los cuentos de Dickens, con niños trabajando en fábricas de sol a sol y el comienzo de una prosperidad sin precedentes en la Historia de la Humanidad. El New Deal de Roosevelt cambió el rumbo de la crisis para siempre y para mejor, Reagan lo que Reagan ( y Thatcheren lo que Thatcheren) los neoliberales (que no tienen mucha fortuna en explicar la desdichada coincidencia de que el intento de reintroducir en Estados Unidos el equilibrio presupuestario en 1937 fuese rápidamente seguido de un agravamiento de la crisis en 1938).
Se equivocan las Ángelas Mérkeles cuando fuerzan a España a introducir reglas de oro de equilibrio presupuestario en la Constitución. Se equivocan los Marianos Rajoyes que con pleno convencimiento lo apoyan, y los Zapateros que más o menos a gusto lo aceptan, y los Rubalcabas que dan su sello de aprobación a una variante ligeramente menos estricta que la propuesta original. La inversión, el crecimiento, el empleo, necesitan de inversión pública y de gasto social en cantidad suficiente. El capital privado no va a invertir más que, como mucho, lo que le interese. Las empresas privadas no van a propiciar los bienes públicos.
Un colegio privado puede tener el director , el jefe de estudios y los profesores más comprometidos con los resultados educativos de sus alumnos. Pero la gran S.A. que gestione redes de colegios privados sólo le va a importar si forma científicos, ingenieros y personas cultas o si sus clientes salen lerdos e ignorantes en la medida que reporte dividendos a sus accionistas y haga subir el precio de sus acciones. Cosas que pueden coincidir o no. El principio-guía de la S.A. es y será siempre el beneficio, y si una buena formación es un afortunado "byproduct" bien, y si es contraproducente echarán al director comprometido si hace falta. El mercado de trabajo barato estará lleno de dóciles. El hospital con médicos y gerente comprometidos con la salud, si lo gestiona la S.A. tendrá como principio-guía el beneficio, y quizás que los pacientes se sanen será un agradable derivado circunstancial. Pero si a la acción y al dividendo les conviene más que "la palmen" no dudes cuál objetivo primará.
En la inversión pública en bienes públicos, el principio-guía es que los alumnos salgan educados y los pacientes sanos. Y la sostenibilidad económica es el modo de lograr el objetivo esencial. El fin es la educación y la salud, el medio el dinero. En las empresas atraídas a la miel del neoliberalismo es y , no puede ser de otro modo, justo al revés.
Devuélvanme mi Constitución, la del estado social y democrático de Derecho. Devuélvanme mi Sanidad, y mi Educación, y mis pensiones, públicas y universales. Quédense con su furibunda ideología neoliberal. Devuélvanme la PAZ y la Cultura. Quédense con el Nobel. Devuélvanme la Unión Europea de Helmut Kohl, González, Jacques Delors. Quédense con ésta de fanáticos y mediocres. Yo me bajo en la próxima, ¿ y Usted ?
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