El decrecimiento feliz
Por esas maravillas de la tecnología, ha caído en mis manos el audio de una conferencia donde el profesor Maurizio Pallante presenta su libro "El decrecimiento feliz", que viene a cuestionar gran parte de los dogmas de la economía "oficial". Desconozco en qué medida puede tener razón Pallante, pero, sin duda, nos otorga un punto de vista que nos puede hacer reflexionar sobre muchas cosas que dábamos por descontadas:
Les agradezco su participación, que es para mí motivo de alegría, porque cuantas veces me ha correspondido hablar de mi libro me he encontrado grosso modo, la misma reacción del auditorio: "son cosas que ya había pensado yo, pero que este libro consigue plasmar de un modo un poco más organizado, lo cual me ha permitido organizar mejor mis reflexiones".
Hablamos del mito en que están de acuerdo todas las fuerzas políticas, de izquierdas y derechas, todas las organizaciones empresariales, los sindicatos, y los ministerios competentes: es imprescindible sostener la economía sobre la base de un crecimiento continuado del PIB, llegándose a un nivel tal que cuando di a leer el borrador de mi libro a un amigo de mi máxima confianza me dijo: el libro está muy bien, pero ¿cómo se te ocurre ponerle el estúpido título de "el decrecimiento feliz"? ¡ Generará hostilidad !
Sin embargo, cuando hay tan amplio consenso sobre una cuestión, merece la pena comenzar con un título provocador. La palabra "decrecimiento" se ha convertido en tal tabú que incorporarla a un texto casi la convierte en neologismo.. Cuando la economía se estanca, se habla de crecimiento cero, cuando retrocede, de crecimiento negativo, pero no se puede pronunciar la palabra decrecimiento. ¿ Por qué ? Porque hay una confusión sobre el concepto de crecimiento. Cuando hablamos del PIB creemos que nos referimos a la suma de todos los bienes que están a disposición de los ciudadanos durante un año. Por tanto el decrecimiento se liga a pérdidas y a renuncias. Esto supone una confusión entre bienes y mercancías. Las mercancías constituyen aquello que se intercambia en el mercado por medio de dinero. Ahora bien, no siempre los bienes son mercancías ni las mercancías son bienes. Cuando nos desplazamos en coche, consumimos gasolina, que compramos en el mercado aumentando el PIB. Sin embargo, si realizo ese viaje andando o en tren no incremento el PIB del mismo modo. Si lo realizo en tren, puedo leer mientras viajo, o dormirme, y disfrutar más del trayecto. Si me duermo durante el mismo trayecto en coche, tendré un accidente, que me llevará a tener que arreglar mi coche y me supondrá un gasto que aumentará el PIB. Sin embargo, difícilmente puedo considerar un bien personal ni social el tener un accidente automovilístico.
Del mismo modo, no todos los bienes son mercancías. Si uno cultiva tomates en su propio huerto, ahorra de comprarlos en el mercado, evitando un crecimiento del PIB. Seguramente, además, los tomates caseros serán de mejor calidad y los disfrutaré más, aumentarán más mi bienestar aumentando menos el PIB. Hemos llegado a creer que la riqueza es tener un montón de dinero en el banco.
Respecto a la pobreza se podría decir lo mismo: no sólo el Banco Mundial, sino las ONGd califican de pobre a quien no alcanza los dos dólares de renta diarios. Sin embargo, alguien que vive en Milán con dos dólares diarios y debe comprarlo todo es un pobre, alguien que vive en el campo y produce por sí mismo casi todo lo que precisa, podrá comprar con dos dólares aquellas pocas cosas que no logra producir por si mismo y no es un pobre. Hemos sustituido el concepto de bien por el de mercancía. No es pobre quien carece de dinero, sino quien carece de la posibilidad de satisfacer sus necesidades.
( más información en http://www.decrescitafelice.it/ o en el libro de Maurizio Pallante "La decrescita felice" ISBN 8835957273 )
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