Un universitario ejemplar
Hoy he tenido el privilegio de ver por un rato a Margarita Bermejo, mi profesora de Física General y Aplicada de aquel ya lejano primer año mío en la Universidad, y esposa de Lorenzo Pueyo. Además de un rato de agradabilísima conversación, arrancado de las muchas tareas a las que Margarita se dedica, y que, como siempre desde que la conozco, van muchísimo más allá de las que serían sus obligaciones, salí de su despacho con algo que me apetecía desde hace tiempo y que aún no había logrado conseguir: un ejemplar del volumen con la transcripción de las intervenciones del Homenaje a Lorenzo en la Facultad de Química el 29 de junio de 2007.
Ignoro si Marga no calculó que poner ese volumen en mis manos es más peligroso que darle dos pistolas a un chimpancé, y que la primera consecuencia tan inmediata como mi trabajo me permitió sería que volcaría no unas líneas de mi pensamiento sobre ellos en este blog, a ellos que siempre han practicado el hacer bien sin mirar a quién, y, sobre todo, el desarrollar su extraordinaria tarea en favor de los demás con discrección, por más que sea difícil , cuando se hacen las cosas bien, que en una ciudad universitaria del tamaño de Oviedo, no se sepa tal cosa en entornos francamente amplios.
Sólo le pondría un pero al volumen, que es que cita literalmente el lapsus cometido en el inicio de la hermosa intervención del Dr. Ramón Rodríguez, sin tan siquiera una nota a pie de página para matizarla. Comienza el Dr. Rodríguez sus palabras diciendo que Lorenzo falleció el 18 de marzo pasado, y, sin embargo, creo que ya he escrito en Titiritero, y lo repetiré una vez más, que ese dato no se corresponde con la realidad. Lo contradice simplemente el observar la vividez de los ojos que nos observan en la fotografía de la primera página del volumen, pero lo contradecimos sobre todo las decenas de personas que hemos aprendido de Ciencia, de vida y de ejemplo de él, y que, unos con más capacidades, fuerza de voluntad y acierto, otros como yo, con menos de esas cosas, somos mejores personas y tratamos de proseguir en la medida de nuestras, insisto, en mi caso, escasas capacidades, con su labor.
Hace unas fechas ocurrió lo que me temía desde hace tiempo y algo en mí no fue capaz de, o no quiso, evitar. Por una incidencia informática (en casa del herrero, cuchillo de palo), perdí casi todos los correos que intercambie con Lorenzo en los últimos años, y sólo me quedan muy poquitos que en un momento u otro imprimí. Digo que quizás no fue mi vagancia, sino algo más profundo, lo que me hizo postergar meses sin fin el hacer una copia de seguridad de mis "mailboxes", sapiente de que lo más valioso que contenían era mi correspondencia con él durante los últimos años de sus problemas de salud. Seguramente algo en mí cree que más que la literalidad de su cuidada prosa y de la amplitud de los temas que con extensión incomprensible en una persona con sus ocupaciones y su rango de intereses, le dedicaba a alguien de mi escasa relevancia, es importante la línea general de su mensaje, y, lo diré una vez más, su ejemplo.
Eso sí, ello no obsta para que recuerde unas cuantas líneas fuerza de su mensaje: la importancia del trabajo bien hecho, su fino sentido del humor, ese sarcasmo tan característico que por pluma de otro cualquiera hubiera resultado hiriente para sus destinatarios, pero que en alguien de su bonhomía sólo llevaba a una sonrisa cómplice. Y esa modestia que hacía que todas las aportaciones valiosas que incorporaba en sus pronunciamientos comenzaran, si acaso, con un plural "nosotros". Por cierto, que en buena parte de las ocasiones, cuando el plural colectivo no se refería a colaboradores, amigos, colegas o discípulos, se refería a Marga. No consigo recordar una sola de sus frases que se refiriera a una acción valiosa suya y que comenzara con un "yo". En todas ellas recordaba siempre incluir a Marga, aunque incluso alguien tan corto de entendederas como este titiritero de palabras pudiese notar con un simple exámen de la hora de envío del mensaje que sus aportaciones, ideas, sugerencias, consejos, estaban escritos mientras Margarita estaba en Oviedo en su despacho y Lorenzo en su casa por esa prescripción facultativa que tanto ansiaba que le levantaran, aunque fuera en términos de libertad condicional, condicionada, y por tiempo limitado.
En estos tiempos (como en todos, por otra parte), en que casi todos nos empeñamos en repetir como los viejos discos de vinilo rayados: y, yo, yo... esa atribución de todas sus bondades a Marga, Víctor Luaña o a quienquiera que fuera pero nunca a sí mismo no puede sino incitarnos a la reflexión. En todo caso, hoy he visto que el 50% de esa sociedad laboral por mitades indivisas que es Margarita, se encuentra en plena forma y continúa con la tarea del más claro de los equipos en que Lorenzo era un integrante fundamental.... Esta España que antaño fue la del Que inventen ellos, sin duda, uno de los pasos adelante que dará en las próximas décadas, se deberá a los conocimientos, y, sobre todo, valores, que el conjunto Pueyo-Bermejo nos están inculcando a varias generaciones... que así sea.
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Sergio -