Blogia
Titiritero de palabras

El lápiz del carpintero

El lápiz del carpintero

Espero que si alguna vez Manuel Rivas llegara a saber de la existencia de este post, me sepa perdonar el haberle plagiado el título de una de sus novelas, pero la verdad es que no tengo ninguno mejor.

Hoy os quiero hablar de mis tíos-abuelos Emilio y Cándida, que ya han fallecido ambos. Much@s de vosotr@s sabéis que, por circunstancias de la vida, a mí me criaron mis abuelos maternos, Álvaro y Luisa. En muchos aspectos, vienen a ser como mis padres, salvo, obviamente, el biológico, con permiso de mi padre Sergio y de mi madre Pilar y esperando no se ofendan ( yo creo que lo entenderán ).

Curiosamente, a mi madre y a mi única tía materna, en cambio, esto es, a las hijas biológicas que mis abuelos tuvieron, las criaron en buena medida Emilio y Cándida, debido a graves problemas de salud de mi abuela. Paradojas: crían sólo la mitad a sus hijas y crían totalmente a su nieto. Mi madre y mi tía pasaban largas temporadas en León en casa de sus tíos Emilio y Cándida, que eran sus segundos papás.

La historia de Emilio y Cándida durante varias décadas es la misma de tantos españoles de los años 40, 50, 60... Muchísimo trabajar, poquísimo dinero, hacer milagros con la economía familiar para sacar a dos hijos adelante, con excelente éxito, por cierto, pues ambos son hoy profesionales extraordinarios.

Hoy quiero hablar sobre todo de Emilio. Emilio es lo más parecido a un hombre en el buen sentido de la palabra bueno, a lo Machado, que he conocido en mi vida. Cándida tenía mucho carácter, y cuando se enfadaba, Emilio cogía a las niñas (mi madre y mi tía) y les decía: vamos a dar un paseo, que ta el patiu moyau :-) Y se iban por ahí un rato hasta que a mi tía-abuela se le pasaba el enfado.

Yo, que lo traté menos, he querido a pocas personas como a Emilio. Como digo, nunca traté a nadie con tan buen carácter, sencillamente no hay palabras, tendríais que haberle conocido.

He guardado siempre con un cariño entrañable dos cosas que Emilio me regaló: cuando era muy pequeño, me regaló un viejo lápiz de carpintero usado, al que, no sé por qué, le cogí un cariño que no se tiene más explicación que el autor del regalo, pues obviamente no tiene más valor que el sentimental. El otro regalo fue un maravilloso libro de la editorial en la que él trabajaba en León, Alhambra, un libro educativo, del que aprendí muchas cosas y que siempre he amado. Años después, se publicó una segunda parte, que, sapiente de mi amor por la primera, me regaló el segundo marido de mi madre, Jose, el 28 de octubre de 1982. Recuerdo muy bien aquel día: Jose acudió a votar a Gijón, luego me compró ese libro y luego nos fuimos, mi madre , Jose, y yo a ver un documental sobre una ascensión de un grupo de españoles al Everest, titulada precisamente "Everest", al desaparecido cine Principado de Oviedo, esperando el resultado electoral que se esperaba confirmaría la mayoría absoluta del PSOE en las elecciones generales que se celebraban ese día.

Ayer haciendo limpieza encontré el lápiz del carpintero, y recordé la película basada en la novela, y recordé a Emilio. Hay sobre todo una historia de bondades y maldades que os quiero contar. Emilio hizo la guerra civil española con los republicanos. Finalizada la guerra, fue recluido en San Marcos y condenado a muerte. Sabedor de su situación, una maravillosa persona, de impecables credenciales conservadoras, el padre de quien llegaría a ser Ministro de Trabajo y Vicepresidente del Gobierno de España Fernando Suárez intercedió por él, explicando a quien tenía la potestad correspondiente que Emilio era una maravillosa persona que no debía ser fusilada. Gracias a la intercesión del Sr. Suárez a Emilio le conmutaron la pena de muerte.

Desde el signo opuesto, conocí el otro día a un señor que me mostró un informe reservado que había logrado, cursando instancia, que el Ministerio competente desclasificase y le facilitase copia: en él, un Teniente de la Guardia Civil relata los antecedentes del padre de este señor indicando que participó con los republicanos en la guerra, pero que se había destacado en su pueblo por su decidida acción para impedir que grupos de incontrolados molestaran a las esposas de los paisanos del pueblo que se habían ido a sumarse a las filas nacionales, así como su intervención decisiva para evitar que los mismos incontrolados quemasen una propiedad de la Iglesia.

Muy por el contrario, también conozco historias, en ambos bandos, de gentes que acusaban de "rojos" o "fascistas" según fuese el caso, a los nacionales o a los republicanos por estúpidas rencillas personales que siempre hay en los pueblos, logrando que los ejecutaran, algunas veces para mover un metro el "linde", la marca que indicaba el límite de sus propiedades y el comienzo de las del vecino.

En estos días, no está de más recordar que gracias a Dios, el 99% de los españoles hoy nos parecemos más al Sr. Suárez, o al padre del anciano que conocí el otro día, que a aquellos capaces de propiciar la muerte de su vecino por un palmo más de tierra.

Pocas cosas hay tan terribles en el mundo como una guerra entre hermanos, los Balcanes están ahí hace cuatro días para recordárnoslo.

No olvidemos todos los días vivir en paz, construir puentes, hallar lo que nos une y lo que nos separa, y vivir en paz, armonía, y una de las democracias menos malas de las que existen en el mundo.

Yo tengo en lugar privilegiado de mi habitación el lápiz que me regaló Emilio para que no se me olvide.

Sed felices. 

0 comentarios