Sospechosos habituales
Desde hace años, cada vez que voy a la oficina en mi pequeña ciudad de la Agencia Tributaria a por un simple impreso, o unas pegatinas para poner en mi declaración del IRPF, tengo que pasar delante de un señor de una empresa privada de seguridad, y, si el sensor del scanner está de buenas, no tendré que desnudarme demasiado. Mis objetos personales, mientras tanto, pasan por una cinta donde los examinan por rayos. Naturalmente, debo ir un día que no esté trabajando en ciertos empleos en que me convenga llevar un bocadillo y una navajita para abrir el pan, porque entonces las explicaciones que tendría que dar no cabrían en el tiempo que me daría la empresa para hacer una pequeña gestión.
En los aeropuertos, la cinta, el scanner y el sensor eran ya unos clásicos mucho antes. Ahora es peor: no puedes llevar encima más que lo mínimo, en una bolsita transparente para que todo el mundo lo pueda ver, y sin que los líquidos abunden más de 100 centímetros cúbicos. Los medicamentos, sólo los que precises consumir durante el vuelo. Con la frecuencia con que las compañías aereas extravían los bultos embarcados, no quiero pensar cuánta gente puede correr riesgos vitales si tiene una enfermedad no trivial y le pierden las medicinas; sí tengo claro que muchos más que los que pueden ser eliminados por un peligroso agresor haciendo explotar una aspirina.
En hipermercados como Hipercor o Carrefour debo plastificar mis bolsas de la compra para demostrar, preventivamente ( qué harías tú ante un ataque preventivo de la U.R.S.S. ) que no he metido nada en ellas. No es suficiente que haya vigilantes por todas partes, nos debemos controlar a nosotros mismos. Ya no sólo es que debamos expendernos a nosotros mismos la gasolina, o coger nosotros mismos en el lineal los yogures que compramos. Ya debemos ser nuestro propio policía, ese otro que siempre va conmigo, que decía Machado ( quizás anticipaba la situación actual, setenta años antes).
La última: en Francia, por la ley Sarkozy, 300.000 personas han debido donar muestras de su ADN a un registro policial. Al principio fue un medio de vigilar personas con antecedentes por delitos sexuales. Luego se extendió a otros delitos graves. Ahora, te requieren tu muestra de ADN por infracciones tales como segar un prado ilegalmente. 180.000 de los fichados no han cometido delito alguno, sólo han sido investigados o considerados sospechosos, sin juicio ni garantías procesales. No quiero imaginar cómo será la vida de un fichado por segar un campo si se comete un delito en las proximidades de su domicilio.
Lo peor de todo es que estos cotidianos y continuados atropellos contra nuestros derechos más elementales ni tan siquiera son eficaces para protegernos. Me temo que puede ser al contrario. En la que ya cito día tras día, y parece que me sirve para todo, Casablanca, cuando el Prefecto Renault quiere dejar impune a Richard por la muerte del oficial alemán, delante de las mismas narices del autor del disparo, les dice a sus gendarmes: "El mayor Strasser ha sido asesinado. ¡ Detengan a los sospechosos habituales! " Es la mejor manera que tiene de ahorrarle molestias al culpable.
¿ Queremos ser paranoicos o queremos vivir en un mundo razonable ? La respuesta la tendré muy clara dentro de un rato, cuando vaya a hacer la compra al supermercado de mi barrio y me encuentre plastificando hasta mi conciencia bajo la atenta mirada del vigilante de turno. Que tengas un buen día.
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donchus -