El humano enchufado
El otro día, por una de esas circunstancias de la vida, terminé haciendo, en una lugar bastante transitado de mi ciudad, una encuesta callejera. Y entre las prisas de muchos, y el andar sosegado de unos pocos, me sorprendió, sobre todo, fijarme en que algo así como la mitad de los y las jóvenes que transitaban por aquella esquina en que yo me había situado como meretriz de la demoscopia circulaban con auriculares en los oídos (como anécdota, la mayoría eran reproductores portátiles de .mp3, como podrás imaginar).
En todo caso, la gente es extraordinariamente amable en general. Aun con el stress, las carreras y la compulsión a que nos mueve la organización social de este nuestro trozo del mundo, que te hacen sospechar que te despacharán con un rápido gesto sin llegar al segundo de atención el tiempo en que repararan en ti, molesta mosca encuestadora, casi todas las personas que abordé en esa situación se retiraban un auricular o los dos y se disponían a escuchar qué les deseaba pedir.
Pero, en todo caso, me llama la atención ver cómo en una sociedad en la que triunfan los chats y los sitios de contactos, en la que el teléfono móvil es ubicuo y donde una partida importante de los gastos mensuales de la mayoría se dedican a comunicaciones, la gente transita aislándose del mundo sumergiéndose en su música de consumo individual. Ignoramos al vecino de asiento en el autobús en que el conductor nos pone una radiofórmula mientras nosotros nos deleitamos en nuestros personales gustos, individualizando nuestra escucha con nuestros emepetreses de elección. En el tren de cercanías compartimos poco más que el aire, pero a la noche buscamos compartir experiencias con el mundo leyendo (o escribiendo) blogs, que proliferan cada día más.
Y me pregunto humildemente si estamos seguros de que estamos en el camino correcto.
En todo caso, la gente es extraordinariamente amable en general. Aun con el stress, las carreras y la compulsión a que nos mueve la organización social de este nuestro trozo del mundo, que te hacen sospechar que te despacharán con un rápido gesto sin llegar al segundo de atención el tiempo en que repararan en ti, molesta mosca encuestadora, casi todas las personas que abordé en esa situación se retiraban un auricular o los dos y se disponían a escuchar qué les deseaba pedir.
Pero, en todo caso, me llama la atención ver cómo en una sociedad en la que triunfan los chats y los sitios de contactos, en la que el teléfono móvil es ubicuo y donde una partida importante de los gastos mensuales de la mayoría se dedican a comunicaciones, la gente transita aislándose del mundo sumergiéndose en su música de consumo individual. Ignoramos al vecino de asiento en el autobús en que el conductor nos pone una radiofórmula mientras nosotros nos deleitamos en nuestros personales gustos, individualizando nuestra escucha con nuestros emepetreses de elección. En el tren de cercanías compartimos poco más que el aire, pero a la noche buscamos compartir experiencias con el mundo leyendo (o escribiendo) blogs, que proliferan cada día más.
Y me pregunto humildemente si estamos seguros de que estamos en el camino correcto.
2 comentarios
lucia -
Jéssica -