Yo no soy normal
Éste iba a ser un artículo diferente.
Éste artículo inició su vida inmaterial en mi mente cuando supe de un suicidio que conmocionó a España y que, encadenando ideas, me llevó a recordar que hace pocos meses supe por vez primera que John R. Hall murió de cáncer con sólo 24 años hace siete. John R. Hall cuyo libro ’Programming Linux Games’ tanto había usado tantas veces durante tantos años (como curiosidad, a pesar del título, no para programar juegos en Linux, sino como la mejor fuente de información que me resultó siempre sobre la biblioteca SDL que siempre me ha resultado comodísima para crear gráficos para mis devaneos científico-matemáticos e ilustrarlos (que quiero saber en qué tono cantan los Beatles Penny Lane, la cojo en .wav, programilla en C, transformada rápida de Fourier y llamada a una función de la SDL para que me pinte en colorines el espectograma y de un vistazo veo en rojo intenso cuál es la frecuencia fundamental de la voz de Paul en cada décima de segundo, ¡ previa consulta al libro de John para acordarme cómo diantres se llamaba la función que me servía, claro! :-) ).
Además, codificas una vez y compilas donde quieras, para Windows, Linux.... y mañana para el móvil
Perdón por la digresión matemático-físico-musical-programaciónDeOrdenadores :-)
En las mismas fechas me enteré, también, de que otro de mis grandes mitos de la programación, Paco Menéndez, faltaba ya de este mundo traidor. Uno de los programadores más brillantes e imaginativos que me había hecho disfrutar tantas horas de mi infancia y a quien tanto admiraba, se suicidó hace años lejos de su Avilés natal, parece ser que porque una de sus geniales ideas, y potencialmente revolucionaria para el bienestar de millones de seres humanos, no estaba saliendo bien y le había metido en grandes problemas financieros.
Éste artículo, durante toda su maduración, iba a hablar de cómo los seres humanos nos amargamos la vida por cuestiones que no son así de importantes.
Iba a enlazar al psicólogo cognitivo que creo que mejor explica que sólo son necesidades básicas del ser humano el comer, el beber, el estar abrigado de los elementos y poco más.
Iba a enlazar a algún artículo sobre Viktor Frankl y cómo el tener un motivo para vivir es más decisivo que poseer un cómo, aun en un campo de exterminio nazi.
Iba a enlazar con cómo en ’ACT’, el compromiso con nuestros valores es la guía para vivir la vida que queremos, para vivir nuestros valores, en el sufrimiento y en la alegría.
Iba a contar cómo John Reeves Hall, mientras luchaba contra su cáncer, seguía pilotando aviones con pasión siempre que podía. Cómo tenía el proyecto de autoregalarse una pistola nueva (bueno, sí, en su país para muchos un juguete apasionante es un arma que a la mayoría de europeos repugna) y/o un rifle de la segunda guerra mundial. E iba al cine. Y.... bueno, léelo tú mismo
Al final, mientras maduraba el artículo, y llevaba dos semanas en ello, mentalmente a ratos, como siempre, cuando lo inevitable va a suceder sin duda, lo inesperado acontece. Ayer, comiendo con un compañero de trabajo , me preguntaba sobre el precio de las medicinas en España, la parte que cubre el sistema público y el porcentaje que paga el paciente; yo le conté el sistema y su reciente cambio, y le comenté que, en mi caso, tras el cambio yo sigo pagando lo mismo que antes: antes era el 40% para todos los trabajadores, ahora depende, pero yo sigo al 40%. Le dije: supongo que eso significa que mi nivel de ingresos se encuentra del orden del de la media de los españoles.
Mi amigo, que después de dos años me conoce como si me hubiera parido, me respondió (jocoso e irónico como es él): sí, es absolutamente la única cosa en la que tú estás en la media de la población, Sergio. ( me gustaría recordar la frase exacta, en su idioma... no lo logro, pero me dijo algo así como "es la única cosa en que eres average" :-))) ).
Me escojoné.
Y tiene razón.
Y hoy, venía en mi coche de vuelta a mi ciudad desde el trabajo y este artículo dio una vuelta.
Hoy, quiero recordaros que no soy normal.
Hoy, estoy reflexionando que mucha gente en el "Primer Mundo" (en lo que queda de ese concepto) se pasa la vida tratando de ser normal, para ser aceptada. Luego juegan a la lotería convencidos de que "esta semana" sí que les va a tocar, porque no soportan el sufrimiento de llevar una vida normal. La vida normal es gris. A casi todos ellos , la lotería no les toca nunca. Ninguna semana.
A mí hoy me ha tocado la lotería. Y ayer. Y me tocará mañana. No juego, por motivos éticos , morales, y políticos, a la lotería ni a apuestas con premio desde hace dos años. Me parece una válvula de escape de un sistema inhumano para que millones de personas que no soportan una vida normal sigan soportándola una semana más, un mes más, un año más. Una generación más.
Me ha tocado la lotería porque mis seres queridos me hacen ver que no soy normal. Y porque me encanta. No ser normal. Tener seres maravillosos en mi entorno que me quieren mucho aunque no sea normal ni tenga intención de serlo. Y además me lo dicen: alguna para que lo tenga en cuenta, algún otro, para echarnos unas risas los dos.
Nunca voy a ser John Hall ni a programar como él. Probablemente nunca logre pilotar una avioneta.
Nunca voy a ser como Paco Menéndez ni a programar una obra de arte como Sir Fred. Nunca tendré su inteligencia, su carisma, su imaginación, ni sus huevos, con perdón.
Nunca seré como Amaia Egaña. Nunca haré la misma extraordinaria labor social que ella hacía en asociaciones de lucha contra esa lacra llamada violencia de género. Nunca seré concejal de mi pueblo.
Nunca seré como P. , con su visión, su coraje y su compromiso. Nunca seré como M., con su sentido del humor y su humanidad.
Pero hoy estoy contento porque me ha salido una cosa bien. Dentro de un rato estaré de mala hostia porque me ha picado un mosquito. Mañana estaré triste porque la misma cosa que hoy me salió bien mañana me saldrá mal.
Sé más que la media de la población sobre qué demonios es una transformada de Fourier y cómo permite saber qué está cantando Paul McCartney, sé menos que la media de la población, o directamente soy extremadamente torpe en cientos de cosas inmensamente sencillas, y en casi todas las complicadas (incluyendo la más complicada de todas: esa cosa que llaman vida).
Y me encanta. Gracias, amigos míos, familiares, seres queridos, lectores, por acompañarme en mi anormalidad, haciéndome feliz cada día mientras río y mientras lloro.
¡ Astalavista !
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