Carta abierta a Lorenzo Pueyo, Profesor de Vida
Querido amigo Lorenzo:
En primer lugar, quiero aclararte el título del artículo, aunque creo que es tan evidente su sentido que no requiere explicación. Ahora bien, como esta quiere ser una carta abierta, y habrá quien no te conozca, puede ser necesario explicarlo. Resulta que los reduccionistas que no te conocen, o que se rigen por el pie de la letra de los Boletines Oficiales, dicen que eres el Profesor Doctor Don Lorenzo Pueyo Casaus, Catedrático de Universidad de Química Física. Y todo eso es, literalmente, cierto, pero no alcanza a explicar ni el 1% de lo que verdaderamente eres: sobre todo eres profesor de Vida; de conducta; de ejemplo. Alguna vez me contaste pequeñas cosas sobre química, a mí que carezco prácticamente de conocimientos sobre tal materia, pero algo hablamos sobre simulaciones por ordenador de ciertos procesos reales de extremada complejidad. Pero eso es una nadería comparado con todo lo importante que me enseñaste. Fundamentalmente, cómo ser una buena persona; no he aprendido de ti todo lo que me hubiese gustado, porque el material sobre el que enseñabas no es lo suficientemente adecuado para aprehender algo tan difícil. Pero sin duda, algo has logrado, y lo poco que haya conseguido mejorar como ser humano con tus palabras y con tu ejemplo me acompañará para siempre.
Quedan para siempre nuestros cafés, que tanto disfruté, con tu siempre apasionante conversación, tu entusiasmo por los más diversos temas, tu vasta cultura, ese dominio tuyo del español que tanto me gustaría tener a mí. Pero sobre todo tus tonos, tus formas, tu bonhomía, y tu ligerísimo sarcasmo ocasional, sarcasmo, eso sí, siempre exento del más mínimo elemento hiriente para nadie, ese sarcasmo dulce que sólo está al alcance de personas inteligentes a la par que buenas.
Tu enfermedad ha hecho que desde hace más de un año nos hayamos comunicado exclusivamente por correo electrónico. Llevo meses queriendo pedirte permiso para poner en este blog un trocito de uno de tus envíos que me encanta, y que creo que debería ser de general conocimiento. No me parecía lo mejor pedírtelo por correo, quería pedírtelo en persona. No nos ha sido posible. Así que lo pido ahora, que sé que me estás escuchando, y sé que me estás respondiendo que no consideras que tu frase tenga especial valor pero que si la quiero poner tú no tienes inconveniente, así que procedo. Me escribías:
"ciertamente, el trabajo bien hecho es, en nuestra opinión (te referías a la tuya y a la de tu esposa), uno de los parámetros claves de vida. Lo que hace al hombre respetable y lo que irradia equilibrio y bienestar en su alrededor. Es una de las lecciones que recibí de mi buen padre y que, con Marga, he procurado seguir a lo largo de la vida e inculcar a nuestro hijo"
Es una frase que me ha marcado mucho, y a la que trataré de ser fiel. Ahora, querido Lorenzo, nos toca a quienes tuvimos la enorme suerte de disfrutar de tu compañía y de tus enseñanzas el ponerlas en valor sin tu presencia física. Pero estate seguro de que vas a seguir aquí. En tu esposa, en tu hijo, en tus numerosos discípulos.
Tengo la secreta esperanza de volver a verte algún día. Si existe otra vida, tú tienes que estar, sin duda, en el lugar reservado a Los Mejores, y con tus enseñanzas, las de Marga, y las de otros como vosotros, quizás yo también pueda acceder.
Entre tanto, hasta siempre y gracias por todo. Descansa en paz.
2 comentarios
Paula -
¡Saludos!
sita -
Bs