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Titiritero de palabras

Consuma, oiga

Consuma, oiga Quizás una de las peores trampas en que caemos la mayoría y que nos aleja de la felicidad sea ese omnipresente, más o menos camuflado, mensaje que recibimos en las zonas del planeta que gozamos de mayor bienestar, de que nuestra realización personal se consigue consumiendo más y más. Ese ciclo producción-venta-consumo ( obviando el componente destrucción del medio ambiente que a la par supone inevitablemente) que se retroalimenta y que es la base del único crecimiento económico que sabemos construir.

Curiosamente, en cambio, cuando analizas con cualquiera las causas, o, por lo menos, los desencadenantes, de la mayoría de las pequeñas o grandes infelicidades e insatisfacciones que tod@s, en nuestras casitas (en todas las cuales cuecen habas), experimentamos, casi todo el mundo se refiere a cosas que no se compran con dinero. A carencias que ni la mejor provista gran superficie todo-lo-tenemos puede solventar. Las verdaderas necesidades de la gente no se cubren con la tarjeta de compra de esos grandes almacenes que estás pensando, por mucho que la publicidad trate de vendernos lo contrario, por mucho que las teleseries nos bombardeen con sus familias felices pret-a-porter que saborean con deleite sabrosos productos sponsorizados.

Una vez satisfecha la necesidad de una vivienda, de comer, de cubrirnos, y las necesidades más básicas (menos de las que parece), la gente precisa una moderada satisfacción con su trabajo, unas relaciones interpersonales ligeras de conflictos y cargadas de enriquecimiento personal, un cierto tiempo para sí misma a lo largo de la jornada, una civilización que, con sus cosas y sus personas, le infunda un poquito de tranquilidad. Y ¿ qué modelo nos ofrece a cambio el sistema ? Stress y jornadas laborales infinitas para acceder a la falsa felicidad de adquirir cosas que no necesitamos; oportunidades para el conflicto con nuestros semejantes; llamadas a la competitividad mal entendida; ciudades inhóspitas y poco habitables; viviendas que requieren la mayoría de nuestros ingresos durante treinta años; darwinismo social mal disimulado; personajillos de cartón piedra como modelo a imitar; muñecas de porcelana con cuerpos imposibles para la mayoría a quien debemos parecernos; cirugías estéticas con financiación hasta en cinco años; la obligación de ser joven o, al menos, parecerlo; el mensaje de que quien no es multimillonario es por su propia culpa; la ocultación y la negación de que existen l@s pobres; el modelo de tu coche como la medida de lo que vales.

Menos mal que tú y yo sabemos que ese modelo no es una verdad absoluta. Y que de vez en cuando hasta descubrimos en algún nimio detalle alguna de las cosas importantes de la vida. Gracias por leerme, espero verte muy pronto en el mundo... en el de verdad, por supuesto. Un beso.

3 comentarios

Felipe -

Creo que hay muchos occidentales que dan su mano derecha (y la izquierda) todos los dias por poder consumir.

Generamos miles de millones de kilos de basura cada dia de \\\"cosas\\\", si todos los paises del mundo estuviesen en las condiciones similares (o no tan radicalmente lejanas) el consumo no tendria nada de malo sino todo lo contrario.

La India o el Sahara tambien forman parte de la sociedad consumista, sino como podriamos tener tanto y tan barato.

Lucía -

Si, si, si. Todo muy bien. El capitalismo es muy malo, lo importante está en el interior, consumir destruye el planeta azul... Por supuesto que me creo todas estas verdades absolutas, lo malo es que son verdades falsas:
¿Si soy moderadamente feliz en mis relaciones sociales y no me falta lo esencial, acaso soy peor como ser humano porque deseo \"cosas\"?
Otra pregunta ¿si consumir es tan malo, porqué lo anhelan tanto aquellos que lo tienen prohibido? ¿No crees que millones de subsaharianos darían su mano derecha por poder consumir? Aunque pensándolo bien, si lo hicieran ¿qué sería entonces de nuestro planeta azul?¡¡.
Ala.

Felipe -

De acuerdo con todo Sergio.

Todo aquello que no se puede vender ni comprar es lo que nos hace un poco mas iguales.

Si la felicidad se pudiera comprar, estoy seguro de que habria muchas menos personas felices (o razonablemente felices) de las que hay ahora en el mundo. Y las pocas que habria felices lo serian porque el resto no podria serlo.